Bienvenido a la Sala Altamira

remastered

desde 1995

curador Juan José Díaz Infante

 


 

 

 

Sobre Altamira


Altamira fue creada como una galería que marcara un momento, una especie de marcador de libro, que respondiera a su momento histórico, que pudiera mostrar intenciones de arte contemporáneo, arte electrónico, arte virtual, NET ART, arte grupal, arte global desde México. Prestarse a cualquier experimento, a partir de la premisa, que el sitio mismo era el experimento. Una experiencia sobre las dinámicas del Internet, la publicación, la comunicación, el registro, lo propio, nuevas dinámicas del arte, desde 1995 inicia como “Puente Abierto” un proyecto colectivo que involucraba armar la obra en Internet y requería de un sitio en la red para verse y, como un proceso natural, al estar “coleccionando” obra en el medio y con el medio, eventualmente “Puente Abierto” se transforma de manera natural en la galería de arte virtual Altamira en 1997, en paralelo a las posibilidades que empezaba a brindar la red de redes como herramienta. Altamira ha servido en cada momento de manera distinta, ha sido también website, intranet, extranet y un gran cuaderno de notas de proyectos, quedan registrado aquí referencias de eventos, documentos, exposiciones, contenido para artistas y administradores de arte. Altamira, originalmente fue diseñada con la intención de ser donada al Museo del Chopo dentro de una Bienal de Poesía Experimental donde se presentaba como obra de arte. Pero como nadie administrativo de la UNAM entendió de lo que se trataba y no tuve los tres minutos de atención necesarios para explicar algo que para mí era evidente, cómo la ampliación del Chopo no era lo que hizo Norten y el MUAC no era esa cosa de cemento. Ambas ampliaciones pedían futuro a gritos.


Yo visualizaba una parte del museo como un gran servidor, dinero invertido en conocimiento y no en paredes, un espacio eficiente, relativamente vacío lleno de discos de almacenaje y pantallas de consulta. Quizá algunos proyectores y sofás. Un cuarto donde se alimentaba un servidor de contenido ordenado (curaduría) y esto se difunde dentro y fuera del museo, una torre de control.

La curaduría vista de otra manera, como una decodificación del arte, es decir, el entendimiento de los códigos. La clasificación y el archivo son parte importante, pero son el medio, no el fin.


Una curaduría de conceptos complejos, armados en el tiempo, siguiendo el ejemplo del laboratorio de dibujo asistido del MIT, luego Media Lab, y en este caso un paso adelante, luego Torre de Control.  Una observación de cómo deben de ser las evoluciones y las construcciones, sistemas intuitivos aditivos que permitan el futuro y no la repetición como cotidianidad. Ver cómo era el camino, ponernos en él y luego innovar en una forma tropicalizada en forma de “nuevo museo” para “nuevos barrios”, para luego afectar el plano social. El barrio.


Entender bien la evolución natural de los sistemas digitales que provienen de la arquitectura. Altamira prevía una forma de “pensar tecnología” y crear historia. Alterar el vicio de pensamiento mexicano basado en la antropología como sustituto de la historia y por ende un sustituto de la creación formal de contenido. Ejemplo, México dejó de hacer trenes y ahora escribimos historia de por qué justificamos el no haber hecho trenes, sin nunca considerar el error histórico y el faltante tecnológico del presente.


La metáfora de la torre de control, la quiero clarificar bien,  no confundirse con el sistema del curador bouncer que deja entrar al museo a partir de las limitaciones de un historia del arte que está de moda, evitar el curador disfrazado de ese personaje de seguridad de las discotheques, se tiene que evitar la confusión del curador que solamente es programador de eventos, tipo Cinemex, que tienen programación, pero no curaduría.


Hay una extensión a la metáfora Torre de Control al plano social, a la intervención del artista en la metáfora de la realidad.  Internet permitía, la conexión de muchos puntos de vista, un diálogo permanente donde hay una diferencia sustancial entre leer un libro y poder dialogar con la persona que lo escribió. El click dentro del buscador para saber encontrar la fuente del aprendizaje. Saber conversar con aquel que escribe el libro, que hace las piezas, conocer su poética, tratar de entender su experiencia.


Altamira asumía el espíritu de los iniciadores de Internet de una sociedad virtual utópica, donde se evitaba escribir en mayúsculas.


Altamira cobró otra vida, una actitud propia que se sumó a ser parte de otros proyectos. Una actitud proactiva, si el Chopo no la quería, usémos la experiencia para otras cosas. Desde entonces más de 400 artistas internacionales han presentado su obra, poesía, video, arte transgénico, fotografía, netart, arte electrónico, conferencias, etc. Una curaduría totalmente lúdica que se suma de una cosa a otra a partir de ser parte de la estructura de trabajo propiamente de los distintos proyectos donde me he involucrado. Altamira no fue planeada, simple y sencillamente sucedió.  Logré conversar con mucha gente,


El espíritu o la actitud de Altamira funciona dentro y fuera de la red. Existe una edición tipo CD ROM de Altamira como Museo Ambulante. Otra edición de “Siglo XXIX” y “Piedra” que fueron varios CD ROM programados en html y se usaron como un tipo catálogo, documento.  No necesariamente todo el trabajo realizado de investigación en arte en los últimos 30 años es particularmente hecho para el museo. Ni existía una necesidad de que fuese siempre electrónico o digital. “Piedra” es una exposición multimedia basada en la piedra como motivo de creación.


Altamira juega con la geografía del artista, de la obra de arte, las palabras, con la nueva geografía del museo y con el factor del tiempo, el objeto, inclusive la capacidad de obtener más visitantes en un sitio en Internet que en el museo.


Existe una complicidad con la exhibición física, con el libro impreso, con el CD ROM, con los envíos de email, con descargas de materiales originales de obra de arte y aunque originalmente es un lugar de poesía tiene una sección de gestión y otra de ciencia y arte. Es un juego de la tecnología usada en el fondo, no en el escenario. Nuevamente es el uso de tecnología como pensamiento. Se podía decir que Altamira es un prueba de concepto en cada caso. Cada experimento es un paquete en sí mismo y en un mismo lugar se puede ver La Guelaguetza junto a la construcción de satélites, ambos vistos como procesos de actitud y ambos como procesos de arte mexicano, dos procesos de gestión distintos que muestran cómo generar los diálogos pertinentes en dos esferas totalmente distintas. La Guelaguetza como una exhibición diseñada para aeropuertos y Ulises para ser exhibido desde la estratósfera.


Regresando a 1995, la obra electrónica viaja sola puede verse en original sin necesidad del museo o del curador si uno tiene la curiosidad de verlo y de pensar por uno mismo. 1995 es un momento de transición, es el silicio, es donde inicia la historia del arte electrónico o lo digital, lo anterior es prehistoria. Si tomamos en México el fenómeno del video arte, es la transición al artista independiente. Una ruptura que no se clasificó por falta de observadores de este fenómeno (revista ARCO).


Altamira funciona de esa manera como otra mirada, un observador alternativo, busca el otro ángulo, realidades alternativas y no busca repetir la receta o guardar estampitas como otras galerías y otros artistas, busca servir, no busca ninguna legitimización del sistema o del museo. Y genera el experimento práctico de convertirse en lo que no es, todas las mal interpretaciones de los  vicios del sistema. Altamira declara qué es, y luego lo que es para otras personas, ver publicación de la conferencia magistral dada en Monterrey, en el Museo Metropolitano, “Artista por accidente”.


El arte es una metáfora que puede ser respuesta a la realidad. En Altamira se busca el encuentro con la más alta calidad de vida, en vez de programadores o clasificadores de mediana escuela que se confunden con cuales son las pinturas. Una galería organizada por procesos de actitud que evitan estos de estar de moda o que complacen públicos, Altamira prefiere crear conocimiento  por lo que se tiene que construir, gestando las posibilidades de hipótesis lejanas.

Qué significa “hipotesis lejana”, Robert Leakey el antropólogo mencionó en una entrevista por televisión que el sistema se le ha olvidado generar hipótesis y que ya mejor genera investigación sobre resultados conocidos para obtener becas y apoyos.

El espíritu de la Cueva de Altamira es generar un espíritu de tratar de generar pensamiento de futuro. En varias líneas de trabajo social, arte, tecnológico, utópico. Es un refractario de actividades que permite al lector o al investigador tratar de hilar la manera de acercamiento a cada actividad.


Su antecedente fue OPEN BRIDGE (México, Cuenca y Chipre) en 1995 y The Artifact (Alemania)1995.




cualquier información sobre la cueva

email jdiazinfante@altamiracave.com


                           



 

 



 


Hay una necesidad de explicar el contexto de la “Cueva de Altamira” a partir de su curaduría que básicamente es explicar la lógica de cómo yo pienso, que es una manera de primera lectura de los materiales que se encuentran en Altmira y su forma de leerse. Altamira guarda registros, sintetiza más que expande, es una especie de testigo que no pretende un orden editorial específico. Muy dificil poner en el mismo lugar la Guelaguetza y el festival Play! ambos trabajos de gestión complejos y de contenidos dispares. Sin embargo ser parte del equipo que lleva la Guelaguetza a Bellas Artes por primera vez es un caso de estudio de la misma manera que Play! 2013 que se hizo de pura telefonía y realidad aumentada.

Ambos procesos tuvieron su diagnóstico y manera de resolverse y ambos fueron un proyecto de gestión y levantamiento de fondos que requirió ayuda de iniciativa privada ygobierno trabajando juntos.


30 años de trabajo experimental es dificil de resumir en un párrafo o un ensayo. No hay manera de leerlos y esperar que sean autoexplicativos, la vanguardia, lo nuevo, no puede tener curriculum, es decir, lo experimental no es evidente hasta que se genera tiempo y perspectiva. Y tratar de poner, más bien narrar, los contenidos aquí mostrados de otra manera solamente genera más confusión. Altamira ya tuvo la lectura de su momento y ahora se suman dos cuestiones, el paso natural del tiempo y la suma de proyectos realizados, de igual manera se suma una historia paralela, la historia de los casos de estudio de introdcción de tecnología a México.


Fue a partir del grupo Música de Cámara (1984) y sus trabajos que los integrantes del grupo nos dimos cuenta de que no había curador, o  teórico o gestor en México que pudiera narrar nuestra historia, comprender el trabajo, digerir los códigos. La Interdisciplina o la Transdisciplina no era un tema común. Y es muy desconcertante presentar un evento transdisciplinar en un evento de una disciplina. Así a veces éramos músicos, si serlo propiamente y a veces éramos fotógrafos o a veces éramos videastas. Nuestro trabajo tenía que ver con el Dada, puedo hablar por Ángel y por mí, sentíamos que de ahí veníamos, el teórico y el artista son el mismo personaje y no persigue que la obra sea entretenimiento. Es, en Música de Cámara donde, nosotros como grupo trabajamos de manera paralela como artistas, como curadores, somos nuestros propios teóricos, productores, gestores, editores y nuestros propios críticos. 


Las artes, la media, la ficción como herramientas de la idea, ese tipo de lógica, de manera de pensar definió la carrera de los tres, Arturo Márquez, Ángel Cósmos y mía.


Nuevamente en Música de Cámara no había ni siquiera una intención de fama o legitimización, más bien era todo lo contrario, era correr en el sentido opuesto de la legitimización.


Tratábamos de encontrar un lenguaje de narrar eso que no era happening, cuando el performance todavía no era performance, el término multimedia pertenecía a los proyectores de carrusel, el video era un medio inestable, el trabajo grupal o “no personal copyright” no era tema, nuestros ruidos eran entornos sonoros que se parecía a cosas de Cage. Sin embargo la obra en 1984 era performance, multimedia, fotografía, música, poesía, transdisciplina, video, etc. Eran más que Cage. No pertenecía a nada y pertenecía a todo.

Años más tarde, Philadelpho Menezes opinaba que el Concierto de Fotógrafos grabado en video era video poesía y hace una curaduría para el MIS y lo incluye ahí.


En medio del folklore necesario antilegitimización, Raquel Tibol me insultaba en público, en 1995, en la FIAC. En el palno internacional, por ejemplo en Fotofest, Fred o Wendy preferían no comentar.


Altamira es una extensión de todo eso que sucedía en esos años. En 1995, aquella época, solamente habíamos 5 curadores de ‘media” en todo el continente. En Rusia, 2000, cuando le pregunté en público a Josephine Bosma de si el arte electrónico en realidad era una especie de arte conceptual y que era más bien un subgénero me contestó que no entendía la pregunta y me mandó por un tubo.


Reflexión sobre Altamira, hay un par de historias la Bienal de Poesía Experimental, la introducción de la poesía como el proceso de construcción de realidad.


Es una reflexión sobre lo experimental,

la periferia, el arte como un proceso de investigación