Siempre, desde que era un chiquillo, amé a los monstruos. La presumible irregularidad, sinónimo de "fealdad", de algunas formas, siempre me ha fascinado. Y contrariamente la regularidad estética de algunas líneas, en su patético intento de perfección, casi siempre me ha aburrido mortalmente.

Durante una temporada también traté sinceramente de profundizar el contacto, de introducirme en el conocimiento de una posible geometría "bella", pero, para mi sorpresa, los cuadrados nunca fueron cuadrados, los círculos nunca fueron perfectamente circulares, y así. A pesar de que realicé mi trabajo en ese periodo ajustándome escrupulosamente a las "viejas reglas" aprendidas en la escuela. Pero nada logré, a despecho de mis esfuerzos. Las figuras geométricas, realizadas en diferentes materiales, no encajaban en su medida exacta o al menos satisfactoria para mí.

Tuve casi una repulsa hacia las formas en su conjunto propiamente. Una marcada repulsión a las formas, pero no a los materiales, los cuales, por el contrario, en sí mismos modelan conjuntos articulados desde su mayor o menor tosquedad.

La falla, como descubrí varios años después, aunque ya había obtenido algunos indicios, provenía de Euclides y su engañosa geometría. En efecto, realmente se trataba de la falla de las matemáticas, como nos han sido administradas en la escuela y vistas como el código para interpretar a la naturaleza, ¡pero de una manera muy poco natural!

Se le transforma en una pura y simple abstracción, tan abstracta e ilusoriamente regular que olvida que la naturaleza se erige en cambio sobre una diversidad de formas: perforadas, retorcidas, fragmentadas... Formas, por otra parte, que fácilmente se ajustan entre sí.

Este mundo, aparentemente caótico, requiere de otro tipo de geometría que permita una ponderación más realista de la naturaleza: la geometría de los fractales (del latín "fractus": quebrado, agrietado).

Al contario de las formas euclidianas, los fractales son formas geométricamente irregulares en todas sus partes y presentan el mismo grado de irregularidad en todas las escalas.

El aspecto irregular de la naturaleza y su superficie discontinua, que ha sido considerado como una real monstruosidad por la ciencia en su nivel matemático, es estudiado actualmente a través de la geometría de los fractales. Ahora que esta siendo buscado el CAOS parece hallarse donde quiera, desde las espirales del humo del cigarro hasta el flujo de la llave de agua, pasando de un ritmo regular a uno caótico. . Esos y otros movimientos son claros ejemplos de turbulencia, la cual a su vez se encuentra en la base del estudio y en las representaciones visuales de los extraños atractores. Extraños no por inusuales sino, en realidad, increiblemente incomprensibles, pero que presentan la característica de ser fractales en toda su estructura, independientemente de su escala o amplititud.

La poesía caótica, entonces, debe inquirir sobre la parte interna, íntima, del mundo, por fin "depurada" de los viejos prejuicios científicos, en busca de la <mainfold> estética y las posibilidades conceptuales contenidas en el caos.

(Traducción del inglés: César Espinosa)

Una de las características del arte actual es su poder de interacción, su capacidad de relacionar los diferentes aspectos que lo constituyen a efecto de permitirle una percepción más creativa de parte del fruidor. Y la interacción puede acontecer tanto entre los diversos géneros artísticos como entre los varios componentes de un solo género.

Más que caracterizar o definir importa asociar, entrecruzar, rebasar barreras, destruir catalogaciones y compartimientos en los cuales el arte, habitualmente, es ubicado

Pintura, escultura, danza, música, poesía, teatro, mímica, dejarán de ser áreas exclusivas de especialización para contribuir con algunas de sus especificidades a la producción de un arte heterogéneo, vivo, actual y con un alto poder de comunicación.

La poesía es un buen ejemplo: los numerosos soportes a través de los cuales se ejecuta actualmente la apartaron hace mucho de las rígidas estructuras gramaticales y de los contornos de la bidimensionalidad, siempre limitativos, para alcanzar una estructura y una forma diferente, tridimensional y con movimiento. Es el caso de las instalaciones, de la holografía, del video, de la computadora y, principalmente, de la intervención del propio operador poético.

En el campo de la performance o de la intervención poética es donde mejor se aplica el concepto de interacción, en razón de la dinámica creada por el performer en relación a todos los objetos y vehículos expresivos utilizados. Por eso, la poesía interactiva es uno de los caminos a seguir como proceso de investigación poética y como la forma idónea para potencializar creativamente a la palabra.

Para mantenerse como una forma expresiva actuante, hoy la poesía tiene que ser producida atendiendo a determinados presupuestos, conceptos, técnicas y tecnologías y, sobre todo, precisa de establecer una interacción entre todos esos factores. O, en otras palabras, requiere de ser una poesía interactiva.

(Traducción del portugués: César Espinosa)